miércoles, 4 de mayo de 2016

"EL ORGANIGRAMA" (Novela río) Capítulo 5

(Capricho)

"El organigrama" (Capítulo 5 y último)


(Resumen de lo publicado: Os molestáis en leerlo, majetes. No voy a pasármelo tecleando como un esclavo, de día, de noche, con viento, lluvia, frío, calor, primavera, verano, otoño, invierno, con ánimo exaltado o a ras de suelo, sólo para evitar un mínimo esfuerzo a vagos y poltrones, con lo fácil que resulta –fácil, no: tirado- repasarse lo anterior con un poquito de cuidado y atención. Aparte que sería maleducar al personal, acostumbrándolo a lo muelle, cuando en la vida abunda lo espinoso y arduo, escaseando parcamente lo sencillo. Es lo que le pasa en particular a la infancia, que lo tienen todo y, al mínimo revés, cogen una rabieta como la de Aquiles contra el avaricioso Agamenón. Porque otros no, pero Aquiles tenía todita la razón en mosquearse contra el jefe, que le había quitado su esclava Briseida, con la que habría conversado en la tranquilidad de su tienda y competido con ella en juegos de tablero y se habrían desafiado con acertijos, rompiendo después en carcajadas, al comprobar lo fácil que resultaba adivinarlos. Así que lo repito: menos teclear yo aquí en pantalla y más poneros vosotros a leer, por lo menos algo aprenderéis, y si no se aprende, se habrán evitado actividades alternativas, que, a poco, serán más perniciosas que estas puras y encofradas letras.)



Con el disquete guardado entre los senos –y esperando introducirlo en el primer ordenador que vieran–, arrastró la dama a Socaliñas por las calles nacionales, siendo alternativamente vituperados y execrados por los transeúntes. 
–Ni caso –dijo ella con mimo, hurtando las nalgas a la calculadora palmada de un rufián–. Pronto recuperarás tu identidad... –sollozó– y te olvidarás de mí.
Porfió Pío que de eso nada. Lo último que le pasaba por la cabeza, aseguró, era que ella regresara junto al Coronel, que había movilizado en su persecución a los cuerpos y fuerzas de la seguridad del Estado. 
Varios helicópteros, en efecto, sobrevolaban la zona, soltando desde un megáfono lo de siempre: que se rindieran, que les iba a ir peor si no lo hacían...
Socaliñas mostró el puño hacia lo alto. 
–Me ha gustado mucho eso –afirmó ella, volviéndosele a entregar.
Recibieron numerosos aplausos. 
–¿Acaso importa el beneplácito del vulgo? –se atormentó Pío, dándose puñetazos en el pecho–. ¡Hemos de obrar en atención a principios y un personal convencimiento! ¿Actuamos en esta línea o bien buscamos el señuelo de un atajo que, lleno de mieles al comienzo, se trocará en acerbidad al culminarlo? 
–Piensas demasiado –le censuró la mujer, volviéndole al presente con cariñoso rodillazo en la entrepierna. Y añadió–: Como nos enredemos en estos soliloquios, perderemos la oportunidad de reintegrarte a la vida civil, con todas las consecuencias, unas buenas, otras francamente discutibles. 
–Llueve –dijo, lacónico, el indocumentado, con la virtud de que acertó.
Ella se negó a meterse en un portal, a comprarse un paraguas, un impermeable... a todo lo que fuera guarecerse del chaparrón esperando a que escampara. 
–El Coronel estrecha el cerco –fue su argumento. 
Granadas explotaban por doquiera.
Doblada una esquina, de súbito, personas importantes se aproximaron con grandes muestras de simpatía a la pareja. Los helicópteros volvieron a la base, siendo desmovilizadas las tropas y proclamada una amnistía.
–¿Es una añagaza? –desconfió Socaliñas. 
–Conforme huíamos –explicó ella–, logré introducir el disquete con tus datos donde había sido extraído. Ha pasado la crisis, restituyéndose la situación anterior. Afortunadamente, no perdiste los nervios. Si te fijas bien, verás que te están imponiendo la condecoración más elevada. 
Socaliñas sintió un pinchazo en la tetilla de manos del funcionario.
–Acabaron los problemas, macho –dijo éste, untuoso–. Ahí viene la portera de su casa a felicitarle. Todo el mundo se la ha tenido que envainar.
Comenzaba una nueva etapa para Pío Socaliñas. De entrada, se la llevó a ella a un pajar bajo los focos de la prensa y vendiendo por una pasta el reportaje. El Coronel la espichó al cabo de días.

FIN

2 comentarios:

  1. Ja,ja,ja " os molestáis en leerlo majetes", buena sugerencia para no maleducarnos. ¡Socaliñas no ´perdía ni un minuto: " De entrada, se la llevó a ella a un pajar bajo los focos de la prensa", tenía la seguridad de aprovechar cualquier instante para gozar plenamente en medio de todo un terremoto de aconteceres...

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