miércoles, 1 de junio de 2016

DOS VIÑETAS INTEMPESTIVAS (A la carraca)

(DISPARATE)

PRIMERA: Se cuenta –la noticia hay que tomarla con reserva– que el
ciego Homero sufrió expolio de sus poemas a cargo de quien quiso atribuirse su autoría. El futuro componedor de la “Ilíada”, a la vez que entra como instructor de los hijos de un cabrero, escribe distintas obras, granjeándose la fama merecida y usurpada y, sobre todo, desenmascarando al robador, que tuvo que exiliarse. Más adelante, emprendería nuestro vate los poemas inmortales sobre los que se sustenta el arte literario occidental: la arriba citada “Ilíada”, y la “Odisea”. Voces solventes han puesto en duda que la segunda saliera de su numen. Recomendar la lectura de sendas novelas –que lo son “avant la lettre”– supone la habitual prédica en el desierto en estos tiempos bárbaros. Quede por tanto como los dicterios del profeta entre chacales y langostas

SEGUNDA: Aproximándose a la cincuentena, Raymond Chandler emprendió el duro camino para convertirse en escritor profesional. Le empujaba su “demon”, orillado durante la etapa en que fue ejecutivo del petróleo. “Nunca dormí en el parque”, confesaría años más tarde, “pero no me faltó mucho para hacerlo. Pasé cinco días sin comer, a excepción de un plato de sopa, y para colmo acababa de estar enfermo. Esto no acabó conmigo, pero tampoco aumentó mi amor por la humanidad. La mejor manera de saber si se tienen amigos es arruinarse. Los que resisten más tiempo son tus amigos”. Ante semejantes testimonios, que abundan en el oficio, no deja de ser involuntariamente humorístico el magisterio profesoral, y la fruición y el desparpajo con que explican la “intención” de tal autor al escribir tal obra, señalando de paso el adjetivo “inapropiado”…

2 comentarios:

  1. Bastante cierto, Señor Rey en estos tiempos bárbaros la gente no se da a la lectura, ni la élite tan siquiera, aunque todavía no sabemos qué es eso de la élite. En cuanto a Raymond sufriría mucho con ser ejecutivo del petróleo, si nos fijamos a veces aparece una noticia de un tal ejecutivo que se suicida, sus problemas tendrían, de estrés...o a saber.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El bueno de Raymond quizá no tuviera suerte al ser despedido de su empleo. Pero sí la tuvimos nosotros, sus lectores. Yo siempre he sostenido que al escritor hay que hacerle la vida lo más difícil que se pueda. El que aguanta es el que vale, en principio.

      Eliminar