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jueves, 23 de junio de 2016

DOS JUECES POR EL PRECIO DE NINGUNO


Vaya por delante que esta triste y patética columna no concede el menor crédito a la especie que ha circulado los últimos días, consistente en la propuesta marrana de unos importantes jueces –dos– a la alcaldesa de una de las principales ciudades españolas. Al parecer, estos señores, a quienes, para no perdernos, llamaremos Ricura y Bomboncete, habrían manifestado apetencias venéreas respecto a la configuración externa de la alcaldesa mencionada.

Esto no puede ser por dos motivos.

El primero, que esta señora tendrá todas las virtudes habidas y por haber, pero la que menos vale, que es la superficial y más perecedera, hay que tener un gusto muy particular para adscribírsela, pudiendo incurrir, según algunos, en el capítulo de las perversiones.

La segunda razón es más importante y de mayor calado, porque significaría que la judicatura –Ricura y Bomboncete, en el caso que nos ocupa– sería susceptible de corrupción moral, cosa que de ninguna manera, se ponga como se ponga quien se ponga, admitiremos. Los jueces, todos, fulguran casi como Cristo en el Tabor. Punto. Y ello porque, de no ser así, estaríamos los ciudadanos a su maligno arbitrio, circunstancia que destruiría las bases de la convivencia, etcétera.

La convivencia sigue intacta, y lo podemos apreciar simplemente andando por las calles: la gente no se pega, ni se insulta y no es raro que los ciudadanos se cedan el paso los unos a los otros en las aglomeraciones. Si Ricura y Bomboncete existieran, esto no sería posible y estaríamos todos con el gesto agriado, al tener su espada de Damocles sobre nuestra vulnerable testa. Ricura y Bomboncete no existen porque no pueden existir. Para qué hablar de sus cerdadas.

Es posible que la alcaldesa haya desvariado, deliquio que se explicaría por el calor y la humedad de la capital cuyo bastón de mando ostenta. O también, y sería flaqueza perdonable, haya dado la mujer rienda suelta a su imaginación, con la desafortunada circunstancia de haber un micrófono en su perímetro inmediato. Uno de esos impertinentes artilugios que, con toda la razón, ha arrojado a un lago el bueno de Ronaldo.

Las sencillas y elocuentes palabras que anteceden espero que dejen claro, para tranquilidad de España, que el rumor que ha surgido como serpiente de verano –ya es verano– no tiene la menor base. En definitiva, que esos jueces virtuales que han saltado a la palestra, no tienen más realidad, y sí menos, que Mortadelo y Filemón, cuyos descalabros y tropiezos venimos disfrutando tantos años. Como para comenzar ahora con las aventuras de Ricura y Bomboncete. A ver con qué cara las pedíamos en el kiosco.