HUMOR ENTRE CASCOTES (ENIGMA)
-Por el excelente recuerdo que dejó su padre en esta casa –dice el director atusándose el bigote-, no daré parte.
-Le aseguro, señor director… -protesta el joven.
-No lo empeore, García.
-¡Por lo menos, escúcheme!
-¿Y qué oiría?: una justificación cobarde. Respétese a sí mismo, y respete la memoria de su padre.
-¡No me iré de aquí sin que me escuche!
El director le mira fríamente.
-Adelante. Pero le advierto que no toleraré una sola mentira. Ajústese a los hechos: se le descubrió llevando fuera del recinto de la fábrica unas bobinas.
-Es cierto, señor director.
-Quiere decir que las robaba.
El joven tarda un momento en responder.
-No, exactamente.
-Ah –el director se muestra irónico-, las sacaba por gusto, de paseo.
-Iba a venderlas… -agacha la cabeza.
-¡Por fin! –golpea su mesa con la palma de la mano.
-¡Pero pensaba devolver el dinero! Lo necesitaba…
-¿Y no se le ocurrió pedir un adelanto? Aquí no somos usureros. ¿Y para qué lo quería? ¿No le basta con su sueldo? ¿O tiene usted vicios?
-No, señor director. El dinero iba destinado a socorrer a una persona.
-¡Vaya! ¿Y quién es esa persona, si puede saberse? Que yo sepa, su madre, con la pensión que tiene, no pasa necesidad de ningún tipo. Y su hermana está muy bien casada.
El joven calla.
-¿Lo ve? –concluye el director-. Hemos llegado al final. Lo que me ha contado son patrañas. Se ha rebajado usted. Márchese. Desaparezca de mi vista. Pase por caja y que le hagan la liquidación, y conste que soy generoso. No vuelva a poner los pies aquí.
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