miércoles, 6 de enero de 2016

NOVELA DE COMPLETO ABURRIMIENTO (Fragmento, para qué más)

HUMOR ENTRE CASCOTES (DISPARATE)


El hombre iba y venía, trasudando. Entraba, salía de un café, era de noche o quizá de madrugada, también era posible que ni de noche ni de día (?). Volcado en su interior, reconcentrado, tropezó con los flecos de sí mismo -¡toma ya!-, sintiéndolos como ágiles serpientes sobre su rostro, ajado por multitud de intemperancias. El hombre se presentaba empapado de bourbon, por dentro, por fuera, por los espacios intermedios, intentando eventualmente anegar en alcohol su indefensión. El hombre se caló el sombrero sobre su frente circunfleja (!), convexa, que se abombaba hacia delante intentando abarcar un mundo complejo que se le escapaba. Pretendía con semejante huida desasirse de vínculos pretéritos, arribar a un paraíso en el que pudiera escapar de su demolición. Brillaban como charol los adoquines, caparazones infinitos de tortugas que emulgían –este verbo no existe, y menos con el significado que le damos, no me vaya a meter la juventud la gamba y suspender la selectividad, que no queremos llevar semejante cargo sobre la conciencia-; emulgían, decíamos, desde un subsuelo tan sorprendente como inadvertido: el subsuelo que sostenía al hombre anónimo, que lo era porque no se había bautizado, ni inscrito en el libro de familia. Era de noche –¿de noche?-, o quizá estaba amaneciendo –¿sí?-, sin descartar que hubiera caído sobre la ciudad el crepúsculo, como la mujer que se pone el albornoz saliendo de la ducha –aquí se pone interesante, pero no se hagan ilusiones, verán cómo en seguida se chafa-. El hombre anónimo se preñaba de ignorancia -¿qué les dije?-. El hombre anónimo acumulaba desconocimiento, como el operario que apila adobe sobre adobe, intentando construir un muro, una casa, cualquier cosa que luego se desmorona. ¿Sabía algo, en realidad, el hombre anónimo? ¿Quién era, de qué paraje incógnito o soñado se zafaba, hacia qué continente aún sin descubrir dirigía sus plantas y, tras ellas, necesariamente, el resto de su ser atormentado? El hombre anónimo era un muñeco, una entelequia, no tenía rasgos que permitieran identificarlo –buena excusa para encubrir la pobreza psicológica, y es que no todo el mundo puede ser Stendhal-. Tampoco –era de noche, ¿recuerdan- se adivinaban sus contornos, escamoteados bajo espesa gabardina, ni se atisbaba si era alto o bajo, enjuto o regordete, su edad también era un enigma. Pero, sí, se sostenía en pie sobre la acera: era un superviviente. Un superviviente que a nadie importaba –lo entendemos y no hay que dar explicaciones-. Superviviente de naufragios infinitos. El hombre acababa de doblar la esquina, iba en pos de sí mismo –ya son ganas-, intentando agarrar por los faldones la dicha que se le escapaba en cueros, un poco hocicuda porque no la había hecho suya –de él-. El hombre anónimo, sobre su cabeza la celeste bóveda que titilaba de angustiosa incertidumbre, se sumergió en la niebla… (*)


(*) Si el amable lector adivina de qué van las líneas precedentes, se hará merecedor de un premio en metálico que de ninguna manera le vamos a entregar. Este fragmento de novela, representativa de un ladrillo de no menos de trescientos –300– folios, para que vaya en consonancia con su estilo, se debe encabezar con citas de filósofos contemporáneos especialmente peñazos, con preferencia franceses, que éstos se la pintan solos para aburrir a las persianas y que nadie les entienda, aunque a lo mejor somos injustos y encierran un pozo de sabiduría y trascendencia y los zotes aquí somos nosotros. Pero si quieren que les cuente la verdad, no creo, y además nos trae al pairo. Y luego dicen que no se venden libros. 



2 comentarios:

  1. Lo reconozco públicamente que no gano el premio porque mi inteligencia es muy pequeña, Señor Rey, y no llego a tanto, pero sí que me ha encantado el mensaje del texto, muy importante y certero...¿ sólo ese protagonista o muchos más?...un poco triste e inquietante la historia...¿ realidad, ficción...?, me ha recordado a Pessoa y Ugo Betti...una mezcla de ambos.

    Magnífico texto, Señor Rey. Un abrazo.

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    1. La historia es triste, es verdad. No me había dado cuenta. O quizá sea que últimamente todo me parece triste.

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