miércoles, 27 de enero de 2016

EL GALOPE ATOLONDRADO DEL CABALLERO BRAGAMONDO (Continuación de "Rencillas en la Corte")

HUMOR ENTRE CASCOTES (CAPRICHO)

(Continuación del anterior: "Rencillas en la Corte")

Hechas las paces el caballero Florián y el caballero Segismundo, llegó a la Corte de luchar contra el infiel el caballero Bragamondo, quien se apercibió en seguida de la situación del Reino. Su reacción fue muy airada, y la emprendió a mandobles con la misma espada con que matara infinidad de sarracenos, causando gran mortandad. Luego montó en su caballo y galopó furiosamente con sus mesnadas hacia determinado sitio, al que sin embargo no llegó porque, en su aturdimiento, había tomado la dirección contraria. 
El monarca, enterado de la reacción de Bragamondo, montó en cólera y ordenó se le confiscaran todos sus bienes y que su esposa, la hermosa Cunenilda, también enfadada porque Bragamondo ni siquiera había pasado por el tálamo, ingresara en un convento. 
Esa noche, Florián y Segismundo se juramentaron para traer maniatado a Bragamondo, propósito que comunicaron al rey a la mañana, quien, tras pensarlo, autorizó la expedición. Pero como Bragamondo no estaba en el lugar que ellos creían, porque se había ido por otro lado, hubieron de volver cabizbajos a la Corte, donde les hicieron befa unos enanos.
Bragamondo, que en su huida se había llevado a varios frailes, oyó de labios de éstos la penosa historia del reino mientras él combatía por la fe, y concluyó por llorar en abundancia, solicitando ser oído en confesión, de la que obtuvo como penitencia regresar y hacer las paces.
Pronto el vigía divisó desde su almena a Bragamondo a la cabeza de sus huestes, y se pensó que venía a recuperar sus propiedades y ocupar el trono eventualmente, motivo por el cual tuvo lugar una crudelísima batalla de resultado incierto, que tuvo por virtud, en las prolijas negociaciones que siguieron, aclarar malentendidos. 
Bragamondo fue restituido en sus honores, sentándose nuevamente a la mesa del Rey, mientras Florián y Segismundo, que habían dado muestras de cobardía en la batalla, volvían a juramentarse para perjudicar a la menor ocasión a Bragamondo.
La esposa de éste fue traída del convento, donde dejó fama de díscola, y se reunió en tiernísima escena con su dueño.



4 comentarios:

  1. ¡Que mala pata tienen Segismundo y Florián!, ah¡ pero sí quedó muy contenta la damisela de Bragamondo!

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    1. Saqué la historia de un antiquísimo manuscrito que se deshizo entre mis manos mientras lo iba desentrañando. Créaselo, aunque es mentira.

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  2. Me lo creo, cómo no, señor Rey y más viniendo de su persona. Cuidado con los manuscritos antiguos, a ver si va a encontrar el tesoro de la Sabiduría escondida. Si lo encuentra avise, por fa. Un abrazo.

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