HUMOR ENTRE CASCOTES (DISPARATE)
(Durante cinco jueves -éste es el segundo-, presentaré aquí la estampa de lo que ha venido siendo y figurando el "intelectual" español en los últimos veinte años, al vaivén de la alternancia política en el país, a la que se ha adaptado camaleónicamente de manera magistral.
Con objeto de contextualizar su lectura, se indica la fecha en que estos artículos fueron publicados. Los 4 primeros aparecieron en la Revista Argaya, de la Diputación de Valladolid; el último, por razones en las que no quiero escarbar, halló su acomodo en la Revista En taquilla, también de Valladolid.)
La primera fotografía, en blanco y negro y muy amarillenta, proveniente de un archivo privado, nos presenta al líder vecinal Juan Cantamañano sonriendo tímidamente al objetivo desde el ángulo inferior derecho en compañía de otras personas sin identificar. Es la primera protesta seria de Cantamañano. Sobrevolando al grupo y ocupando casi dos tercios de la cartulina, se adivina un lienzo gris con algunos gruesos trazos ilegibles. Por testimonio de un tal Eutiquio, que compartió las luchas iniciales del cabecilla, conocemos el contenido de la pancarta: “No a las cloacas”. Por entonces las autoridades pretendían introducir el saneamiento en el barrio, a lo que se oponían algunos que solían reunirse por las tardes en el bar “Minerva”, ya desaparecido. Por cortesía de la radio local, disponemos de otro oportuno documento, éste verbal, que en su momento no pudo emitirse. Tras un carraspeo, se oye como a distancia la voz enfática de Juan Cantamañano, quien asegura: “¡Y la mierda que se la queden ellos…!” (Aplausos.) “¡Que se la queden ellos…!” (Más aplausos.) “¡Que ya está bien de que nos toque a los de siempre…!” (Aplausos y una expresión irreproducible.) Las cloacas terminaron construyéndose, no volviendo a percibirse olores en el barrio, especialmente intensos al llegar la primavera.
Otra fotografía, también en blanco y negro y perteneciente al mismo archivo, está tomada en el domicilio del famoso cura Socorro. Las fechas son posteriores, a juzgar por la expresión más segura de Cantamañano y su rostro ensombrecido por la barba rala que le caracterizaría en adelante. Eventualmente, sería la época de las protestas en contra de la instalación en la ciudad de una multinacional americana de goma de mascar, que habría de dar trabajo a la mayoría del barrio. Juan Cantamañano aparece sentado a una mesa, a la derecha del sacerdote, con el alzacuellos suelto, quien por su parte se flanquea de uno de gorra que, según Eutiquio, era obrero de una imprenta que a poco emigraría a Alemania, donde se complicaría con un menor. Sobre el mantel se encuentran restos de comida, un porrón medio vacío y los pasquines que acababa de traer el linotipista escondidos en la faja. No resulta posible confirmar que la escena que ilustra la instantánea sea la misma en la que se decidió denunciar globalmente en un comunicado la pasividad de la Iglesia ante la agresión de la multinacional, la complicidad en el asunto de los comerciantes ciudadanos y la actitud autoritaria del club de ajedrecistas de la urbe, que se negó a paralizar sus actividades en solidaridad con los afectados. (En estos agitados días, Cantamañano sería detenido habiendo prendido fuego a la rueda de recambio del camión de su cuñado, minorista de frutas, el cual la tenía en el patio de su casa molinera aguardando a extraerle la cámara con objeto de habilitar un flotador para sus hijos, dado que el verano estaba cerca. El propio cuñado retiraría a los pocos días la denuncia, a instancias de su mujer, hermana del activista.)
La tercera imagen, ésta en color, refleja el homenaje que, recién traída la democracia, le dedicó el Ayuntamiento al carismático líder por su decisiva aportación a la convivencia. El acto tuvo lugar en el antiguo cine Capitol, donde ahora se sitúa una tienda de ropa interior de fantasía, cuyo patio de butacas estuvo a rebosar esa mañana de domingo, con la presencia destacada del cura Socorro, ya secularizado, y personajes relevantes del mundo del trabajo y la cultura. La presentación corrió a cargo del poeta Florencio García Retortillo, quien leyó unos poemas expresamente compuestos para el lance. La prensa de entonces no los recoge; sí, empero, el octavo tomo de las Obras Completas del literato, que venían siendo publicadas por la Caja de Ahorros Provincial en colaboración con una editorial del Mato Grosso. Allí puede leerse:
Pecho candente de azufrada espera
mano
airada.
Dedo asimétrico que en alza
reivindica…
Aunque Eutiquio no asistió al homenaje –los amigos se habían distanciado a consecuencia de unas participaciones de lotería-, aporta la anécdota, recibida en confidencia del cuñado de Juan Cantamañano, hoy presidente del gremio de fruteros de la región, de que el agasajado se puso colorado como un tomate en el momento preciso de la lectura de los versos y que habría de estrechar un poco tenso la mano de García Retortillo, previo a la imposición de la medalla por el alcalde. Tanto al poeta como al histórico líder y al alcalde se les estuvieron viendo las pantorrillas por encima de los calcetines durante toda la ceremonia.
(1998)
Primera viñeta de la Pentalogía: "RETRATO DE INTELECTUAL CON PEDIGRÍ"
Tercera viñeta de la Pentalogía: "UN HOMBRE UNIVERSAL PARA EL MILENIO"
Cuarta viñeta: "EL SUBIDÓN O FLORENCIO GARCÍA RETORTILLO AL ASALTO DEL PARNASO"
Quinta viñeta y FINAL: "OTRA VEZ EN EL MACHITO"
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¡Algunos Cantamañanos lo bien que al principio hacen su papeles interpretativos o cumplen con sus contratos laborales...pero con el tiempo éste los ponen al descubierto!
ResponderEliminarExcelente observación Señor Rey: " Juan Cantamañano sonriendo tímidamente al objetivo desde el ángulo inferior derecho en compañía de otras personas sin identificar."