jueves, 17 de septiembre de 2015

CONTRA LOS HOMBRES


Una feminista radical, de cuyo nombre no quiero acordarme, propone que los varones seamos recluidos en cárceles o campos de concentración, por el mero hecho de nuestra condición masculina. Hasta aquí, nada que objetar.

Una de las fantasías recurrentes de esta triste y patética columna consiste, precisamente, en eso. En ir al trullo, el motivo sería lo de menos. La multitud de responsabilidades que nos agobian desaparecería de repente. Horario regular, la comida en la mesa, leer en tu celda hasta que dan el aviso de apagar las luces para que podamos los internos conciliar tranquilamente el sueño. Y elucubrar un plan de huida. Esto, no por nada, sino por seguir la tradición, pues quién iba a ser tan tonto de abandonar voluntariamente semejante sinecura.

Podríamos, también, cultivar un pasatiempo, como el hombre de Alcatraz, que se convirtió en autoridad ornitológica a partir del pajarillo que entró por su ventana y del que se hizo inseparable. Estando libre, hay que admitirlo, se te va el tiempo en bobadas.

Sí es cierto que le vemos una pega a esta propuesta. La citada feminista radical -por la boca muere el pez y quien hace la ley hace la trampa- concedería a nuestras familiares femeninas la facultad legal de sacarnos provisionalmente del talego para, después de usarnos, devolvernos. Aquí, serena pero firmemente, nos plantamos. Si se nos interna en el campo de concentración es para siempre. Nada de te saco un rato para que te dé el aire, que no sería sino un pretexto traído por los pelos para enviarnos al supermercado a comprar leche de oferta. La media hora de patio, por la mañana y por la tarde, incluso menos, es suficiente para orearnos. Éste sería el único punto innegociable del invento. Con todo lo demás, conforme.

Ellas se quedarían fuera del perímetro recluso trabajando como mulas, ocupándose de la agricultura, de la industria, de todos los sectores incluido el del gobierno y sin descuidar -muy importante- la intendencia de las cárceles. Mientras nosotros, los hombres, filosofamos, echamos una partida de ajedrez, con chupito de licor de cerezas incluido, terminamos de leernos entero a Julio Verne y nos empapuzamos de películas y series, que hay muchas que todavía no hemos visto, de ahí nuestra tosquedad y prepotencia.

Por desgracia, mucho nos tememos que la medida no prospere. Las propias mujeres se ocuparán de hacerla fracasar. Siglos de pensamiento patriarcal, de sometimiento de ellas y opresión, no se borran de un plumazo. Los feministas de corazón lo lamentamos. Pero es un paso que se vaya comentando. Se abre el debate.



5 comentarios:

  1. Jajajjjjj que bien contado...y te lo dice una machista que la gusta que la abran la puerta del coche, la retiren la silla de la mesa y la traten como a una hembra. ...

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    1. Qué vallisoletana eres, Rebeca, con tanto laísmo. Bien es cierto que yo tampoco lo pillo... Saludos.

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    2. Si claro! Orgullosa de ser Vallisoletana y mujer....Muakkkkk

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  2. " Es necesario abrir el debate, claro que sí", el primer párrafo genial.

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    1. Eso sí, los permisos temporales, ahí nos vamos a plantar. Saludos.

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