HUMOR ENTRE CASCOTES (DISPARATE)
ESTÁN CAYENDO COMO MOSCAS (I)
El inspector jefe O’Rourke, de Scotland Yard, entró malhumorado en su despacho a primera hora de la mañana. Despojándose de su gabán, contempló por la ventana la densa niebla que envolvía la City y mandó llamar a McGuffie, su ayudante, joven con marcado acento cockney y a quien todos auguraban un espléndido futuro en el Cuerpo, entre otras razones porque se pasaba las noches documentándose sobre el delito, no te jode.
Al presentarse, el superior señaló sin decir palabra los periódicos extendidos sobre su escritorio. Los titulares no podían ser más elocuentes: “¡Otro cuerpo (another body), encontrado flotando sobre el Támesis!”; “¿Qué hace la policía, aparte de pelársela (to toss off)?”; “¿Vuelven los crímenes del Destripador (the Ripper)?” Y un comentario sensacionalista que irritó especialmente al jefe: “Scotland Yard ya podía detener de una puta vez al asesino (murderer) que tiene aterrorizada a la población londinense, sobre todo a las mujeres (women), que se lo piensan dos veces (twice) antes de andar por ahí moviendo el pompis (behind)”.
–¡Hasta mi esposa opina que somos unos mandrias! Todas las noches debo refugiarme en el pub (se pronuncia paf) para atizarme un lingotazo (¿swig?, ¿shot?).
–Es lamentable, señor –comentó discretamente el subordinado.
–El primer ministro está que trina. ¡Y no digamos Su Graciosa Majestad, a la que maldita gracia hace que ande suelto un asesino múltiple y quien ha exigido ser informada al detalle de los avances que hagamos en la investigación! ¿Qué opina usted, McGuffie? ¡Pero siéntese, coño (cunt)!
El joven obedeció y, entrelazando sus finos y amorcillados dedos (fingers), pasó a expresar lo que había concebido. El asesino, según su idea, estaría hasta la picha de camándulas y habría decidido tomarse la justicia por su cuenta. Que no se olvidara (to forget) que los cadáveres eran en su mayor parte de cagatintas, con afición secreta hacia la literatura.
–No me dice nada nuevo, McGuffie –el inspector O’Rourke respiró ruidosamente–. Todos esos que leen con la que está cayendo se tienen merecida cualquier cosa (thing). ¿Dónde cree que descargará el justiciero su próximo golpe? –inquirió.
–Imposible de saber, señor.
–¿Se ha recibido el informe de la Academia de la Lengua (tongue)?
–Siguen insistiendo en que ellos no tienen que ver.
–Esconden la piedra y tiran la mano, ¿eh? ¿Cómo se puede ser tan cobarde?
–No son los únicos responsables, sir (señor). Críticos, políticos, directores literarios y... –consultó su libreta– tengo anotado el nombre de un académico, que es uno de los máximos liantes...
El inspector jefe O’Rourke se levantó de golpe y caminó también de golpe (?) por su despacho.
–¡No me diga más! Y a nosotros nos toca comernos el marrón (brown). ¿Sabe lo que le digo? –se inclinó hacia su ayudante, susurrándole al oído–. ¡Que me alegro del trajín del asesino múltiple! ¡Qué es eso de atemorizarlas a ellas hasta el punto de que no puedan menear el behind por donde les dé la gana, que menudo festín para la vista...! (Continuará.)
ESTÁN CAYENDO COMO MOSCAS (y II))
(Resumen de lo publicado: Asesinatos a manta en el neblinoso Londres, de cuya resolución se encargan el inspector jefe O’Rourke y su subordinado McGuffie. Les llaman de todo y están hasta la breva. La entrega precedente finalizaba con la conversación que proseguimos.)
–Pero señor –objetó McGuffie–, usted se contradice alegrándose, por un lado, de la actividad del asesino y, por el otro, apoyando el que ellas puedan mover libremente el behind (culo, que no pocas lo tienen antológico), que es justo lo que impide el killer con su terror desatado (uncontrolled).
–No hay tal contradicción –denegó el jefe, anudándose su camisa de lunares a la altura del ombligo y saliéndose por bulerías sobre la mesa del despacho–. No hago enteramente responsable de los crímenes al émulo del Destripador, sino al infumable panorama literario de la City, que constituye para aquél como el trapo rojo (red rag) al toro (bull) y que es el auténtico causante de que las women estén tan constreñidas. ¿Me explico? –terminó de taconear el superior.
–Así, asá –confirmó el prometedor muchacho, derramando amargas lágrimas. En vista de lo cual, el inspector le concedió una semana de asueto, que aprovechó el joven para dormir a pierna suelta en su habitación (room) de la pensión regentada por la anciana señora Smith, bondadosa dama que encubría un pasado tormentoso, pues entre otras cosas estuviera liada en sus años mozos con un pederasta que hacía reseñas elogiosas de novelas puta mierda.
Mientras McGuffie andaba con Morfeo (¿hay que explicar quién es Morfeo?), le robaron la libreta donde anotaba pormenores de la investigación. De vuelta de su cura de reposo, comunicó compungido el hurto al jefe.
–Ha sido la anciana señora Smith –dedujo inteligentemente el inspector, ordenando su inmediata detención–. La cual señora (mistress) probablemente trabaje para la gentuza (bad people) a la que tiene tanta rabia el asesino iconoclasta.
Traída la señora Smith a Scotland Yard, fue flagelada con toallas mojadas que un picha rebañó apresuradamente de los servicios.
–No conseguiréis que confiese –insinuó la viejales al tiempo que les ofrecía sus marchitos favores, de los que McGuffie se sirvió por no parecer mal educado–. La red es demasiado amplia (too big) para que podáis derribarla y ni siquiera arañar su superficie. En cuanto al asesino que nos ha puesto en evidencia, como no lo eliminéis vosotros, que es vuestra obligación y os pagan para ello, lo harán nuestros sicarios.
La señora Smith se fugó suculentamente (?) por la ventana.
–Allá se van tus esperanzas y las mías –dijo el jefe pidiendo la jubilación anticipada, que no le concedieron por rellenar mal el impreso.
Y ya para concluir esta historia de horror e incertidumbre, se consigna que no lograron atrapar al asesino, que éste continuó su necesaria poda, que logró el apoyo de la población menesterosa y la pudiente, que juntó un ejército de incondicionales y se alzó con el poder, reinando majestuosamente con justicia y equidad y teniendo siempre el milagroso instinto de prevenir las trampas, ya fueran de ratón (mouse) o de elefante (elephant).
The end (que como nadie ignora, significa este cuento se ha acabado).