La Organización Mundial de la Salud -OMS- debe de haberse fumado algo, y nunca mejor dicho. Ahora resulta que quiere prohibir o restringir las películas en las que salga alguien fumando, dado que fumar es malo. Entre los filmes que han caído bajo su hacha inquisitorial están, agárrense, Casablanca y La lista de Schindler, las cuales, al entender de aquel organismo tan pintoresco, habrían de necesitar de algún pase especial o permiso para su visionado.
En Casablanca se fuma y no poco. En La lista de Schindler, no lo recuerdo -me quedé con otras cosas que contaba la cinta-, pero probablemente también echarían un pitillo o, más probablemente, la cajetilla entera. De cualquier manera, en los filmes citados, no parece que lo mayor sería el tabaco, sino lo que podríamos llamar la historia o anécdota principal: la lucha contra la barbarie nazi, que mataba, no sé si tanto como los cigarrillos, pero sí de manera asaz tremenda, tú ya me entiendes, con el agravante de lo que luego hacían con los cadáveres.
Pero la OMS se ha fijado en el tabaco, como hace pocos meses nos decía lo que teníamos que comer y lo que no, para que ellos, la OMS, tuvieran sosegada su conciencia y no se les disparara la tensión. Sin embargo, ahora que lo pienso, y lo digo con la mayor cautela, la OMS se habría quedado corta en su dictamen. Un punto de razón podría tener.
En las películas de antaño, y en algunas del presente, no sólo se fuma, sino que se hacen cosas muchísimo peores. En no pocas se mata, se viola, los poderosos se corrompen y extorsionan a los que caen bajo su bota. Incluso se ha llegado a ver a individuos colocando bombas, secuestrando a pobres infelices, ametrallándolos. Muchos roban o mienten en las películas. Las malas contestaciones proliferan.
Todo esto debería estar prohibido. O que se autorizara el visionado de las películas donde suceden episodios censurables únicamente a personas por encima de las humanas pasiones, que contemplaran estas escenas con absoluto desapego y sin implicarse demasiado.
Bien es verdad que la tarea de prohibición es ingente y poco menos que imposible. Siendo realistas, proponemos en su lugar cintas donde todo lo que suceda sea encomiable y que, por su superior enjundia e interés, fueran sustituyendo, de manera natural, a las rancias películas de antaño. Los viejos serían respetados y sus pensiones, para las que han trabajado toda su (puta) vida, estarían garantizadas, sin la menor incertidumbre de que el gobierno se haya pulido o menoscabado la hucha. Los escolares se volcarían sin excepción al estudio. El paro no existiría, ni los salarios de miseria que parece que han venido para quedarse. Los políticos de diverso signo pugnarían entre sí, de verdad, sinceramente, por lograr el bienestar de los administrados. Los dibujos animados de los niños contarían tan sólo con personajes positivos, siendo proscritos los ogros y las brujas… Y en este plan.
Lo feo, lo sucio, lo oscuro de repente se haría humo. Un humo noble, vigorizante, sano, no el perverso del tabaco, que se pega como una lapa a las paredes y a los libros y transcurren meses hasta que se va el efluvio, nunca del todo. La OMS -siempre la OMS- nos señala el camino. Chócala, OMS.
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Propongo un banco -no una butaca, digo bien, un banco- noble en la RAE para ser ocupado, solemnemente, por el Ilmo. Javier Rey de Sola. Con sus palabras fecundas y su prosa insomne curaría esa respiración herida que nos atonta, nos aletarga y nos anestesia el alma, arrebatándonos sus fragmentos más humanos. Una enfermedad apenas intuida y sin embargo, reconocible desde sus primeros síntomas: los que él ha rescatado. Prohibamos esos humos que escuecen nuestra conciencia. Muchas gracias. Reverencia versallesca.
ResponderEliminarMe sumo a eso de entrar en la RAE. ¿Dónde hay que firmar?
EliminarAcertado como siempre y demostrando su gran Maestría Señor Rey. El hombre va para atrás en inteligencia, o estamos locos. Un abrazo.
ResponderEliminarOtro.
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