HUMOR ENTRE CASCOTES (DISPARATE)
Que a la sociedad le falta una idea vertebradora general –no confundir
con el “pensamiento único”– que pueda canalizar de manera justa y ponderada los anhelos legítimos de personas y colectivos es algo que hace tiempo han advertido los individuos pensantes... suponiendo que todavía quede “vivo” alguno.
Actualmente existe un auténtico divorcio entre la calle y los estamentos oficiales; y con estos últimos nos referimos a todos aquellos que se pretenden portavoces de las distintas áreas profesionales, culturales..., cuya verdadera sensibilidad –en el caso de que la tengan– no son capaces de trasmitir más allá del propio entorno, expresándose en forma de morbosos e inoperantes cuchicheos.
Lo que se escucha a pie de obra sólo se roza tangencialmente –en el mejor de los casos–, por un lado, con el discurso bienpensante expresado a través de los denominados “medios”; y por el otro, con el pésimo gusto y chabacanería que, sin que podamos evitarlo, asaltan obscenamente las conciencias, partiendo también de los mismos medios.
Las viejas ideas que un día fueron válidas, o que por tal se tuvieron, se han convertido en su caricatura.
Para que no falte nada, funcionan multitud de cínicos efugios, acompañados de secretas descalificaciones, que no retroceden ni siquiera ante la calumnia (yo he desactivado varias; nunca sobre uno: éstas, que circulen).
¿Responsables de este insólito marasmo? Genéricamente, allá te van:
A) Los “ciegos” que se han erigido en guías.
B) Los encandiladores tipo Flautista de Hamelín, que, como el capitán
Araña, “embarcan a los demás, quedándose en España”.
C) Los sectarios, todavía aferrados a su llamémosla “verdad” condenada
por la Historia y que sigue siendo para ellos “la verdad, toda la verdad y la única verdad”, fuera de la cual no hay salvación.
D) Los mediocres.
Estos belitres –en cada ejemplar coexisten varios tipos– tienen como denominador común un miedo patológico al cambio, al que se resisten como gato panza arriba.
Pero la vida tiene la molesta tendencia de que nunca se detiene. Dicho de otra manera, que mientras pretenden mantenerse tantos en su feliz e inoperante Arcadia, se adivina en lontananza -esto quisiéramos creer- un nuevo tropel de ideas y actitudes que habrán de constituir la seña de identidad del tiempo futuro, acaso sin negar lo anterior, pero sí corrigiéndolo en bastantes aspectos que sencillamente han dejado de funcionar.
No cabe dar gato por liebre, como se está intentando estilo “El Gatopardo” (cambiar algo para que no cambie nada). Y tampoco debería prevalecer la estupidez, aun en las brillantes maneras que observamos y que son rubricadas, por desgracia, por influyentes individuos que eligen reiteradamente la solución más azarosa, descartando la obvia y acertada. Y es que aglutina más el interés que los afectos.
Sin embargo, seamos optimistas. Una gota de inteligencia –dirá el lector que a dónde voy– puede con un océano de mediocridad. Principalmente si se adoba con constancia.
con el “pensamiento único”– que pueda canalizar de manera justa y ponderada los anhelos legítimos de personas y colectivos es algo que hace tiempo han advertido los individuos pensantes... suponiendo que todavía quede “vivo” alguno.
Actualmente existe un auténtico divorcio entre la calle y los estamentos oficiales; y con estos últimos nos referimos a todos aquellos que se pretenden portavoces de las distintas áreas profesionales, culturales..., cuya verdadera sensibilidad –en el caso de que la tengan– no son capaces de trasmitir más allá del propio entorno, expresándose en forma de morbosos e inoperantes cuchicheos.
Lo que se escucha a pie de obra sólo se roza tangencialmente –en el mejor de los casos–, por un lado, con el discurso bienpensante expresado a través de los denominados “medios”; y por el otro, con el pésimo gusto y chabacanería que, sin que podamos evitarlo, asaltan obscenamente las conciencias, partiendo también de los mismos medios.
Las viejas ideas que un día fueron válidas, o que por tal se tuvieron, se han convertido en su caricatura.
Para que no falte nada, funcionan multitud de cínicos efugios, acompañados de secretas descalificaciones, que no retroceden ni siquiera ante la calumnia (yo he desactivado varias; nunca sobre uno: éstas, que circulen).
¿Responsables de este insólito marasmo? Genéricamente, allá te van:
A) Los “ciegos” que se han erigido en guías.
B) Los encandiladores tipo Flautista de Hamelín, que, como el capitán
Araña, “embarcan a los demás, quedándose en España”.
C) Los sectarios, todavía aferrados a su llamémosla “verdad” condenada
por la Historia y que sigue siendo para ellos “la verdad, toda la verdad y la única verdad”, fuera de la cual no hay salvación.
D) Los mediocres.
Estos belitres –en cada ejemplar coexisten varios tipos– tienen como denominador común un miedo patológico al cambio, al que se resisten como gato panza arriba.
Pero la vida tiene la molesta tendencia de que nunca se detiene. Dicho de otra manera, que mientras pretenden mantenerse tantos en su feliz e inoperante Arcadia, se adivina en lontananza -esto quisiéramos creer- un nuevo tropel de ideas y actitudes que habrán de constituir la seña de identidad del tiempo futuro, acaso sin negar lo anterior, pero sí corrigiéndolo en bastantes aspectos que sencillamente han dejado de funcionar.
No cabe dar gato por liebre, como se está intentando estilo “El Gatopardo” (cambiar algo para que no cambie nada). Y tampoco debería prevalecer la estupidez, aun en las brillantes maneras que observamos y que son rubricadas, por desgracia, por influyentes individuos que eligen reiteradamente la solución más azarosa, descartando la obvia y acertada. Y es que aglutina más el interés que los afectos.
Sin embargo, seamos optimistas. Una gota de inteligencia –dirá el lector que a dónde voy– puede con un océano de mediocridad. Principalmente si se adoba con constancia.
Estoy con Usted Señor Rey, hay que dar un soplo por pequeño que sea de aire fresco y sentimental, porque somos personas. Unos pocos podrán girar el mundo o la vida, pero también será unos pocos los que la giren en el otro sentido. Intentamos digerir la vida y es ella la que nos digiere a nosotros, así que inteligencia no hay, y ser pensante y vivo, pocos, pero seguirá estando el sol y la luna.
ResponderEliminarCada uno de nosotros que intente lo que pueda. Yo quiero mucho y puedo poco. Gracias por su comentario.
Eliminar