MIEDO, PENA, ANGUSTIA
DIMES Y DIRETES
No se sabe dónde acaba y comienza cada cual. El miedo hace al hombre desabrido y agresivo, como el perro apaleado y que muerde incluso a quien pretende mejorar su condición. La pena le vuelve manipulable y enfermizo, siempre a la sombra de su sombra y con sordo gesto de dolor y de agonía. La angustia clava en el corazón puñales que tal vez no existen, pero que duelen igual. La tríada de Parcas –miedo, pena, angustia– se presentan a la vez, pero cada una lleva la jefatura en su momento. Estas agoreras van y vienen. Después de muchos años, se amalgaman, transmutándose en hastío, que ha sido el objetivo que perseguían desde el comienzo y que se lleva como un pesado manto. Entonces es muy difícil sacudírselo. La persona está atrapada y abre una puerta a la desesperación, que puede hermanarse con la ira. Si aparece entonces la soberbia, se camina en rectos renglones a una muerte fea. Menos la muerte, todo lo anterior es evitable. Se puede hacer dándole la vuelta a cada menuda pieza. Poco a poco, día a día. No es tarea de un momento, sino de la vida entera. Esto –aparte de otros asuntos más halagüeños que se olvidan– es vivir, precisamente.
Un texto demasiado importante, cuando las personas dejan de ser ellas mismas...no se sabe nada.
ResponderEliminarEscribe Usted con mucho sentido común, Señor Rey, le felicito y sobre todo por la ironía, ahí es donde radica la inteligencia.
ResponderEliminarGracias por llamarme inteligente. Mi madre piensa igual que usted.
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