jueves, 25 de septiembre de 2014

MIEDO, PENA, ANGUSTIA

DIMES Y DIRETES

No se sabe dónde acaba y comienza cada cual. El miedo hace al hombre desabrido y agresivo, como el perro apaleado y que muerde incluso a quien pretende mejorar su condición. La pena le vuelve manipulable y enfermizo, siempre a la sombra de su sombra y con sordo gesto de dolor y de agonía. La angustia clava en el corazón puñales que tal vez no existen, pero que duelen igual. La tríada de Parcas –miedo, pena, angustia–  se presentan a la vez, pero cada una lleva la jefatura en su momento. Estas agoreras van y vienen. Después de muchos años, se amalgaman, transmutándose en hastío, que ha sido el objetivo que perseguían desde el comienzo y que se lleva como un pesado manto. Entonces es muy difícil sacudírselo. La persona está atrapada y abre una puerta a la desesperación, que puede hermanarse con la ira. Si aparece entonces la soberbia, se camina en rectos renglones a una muerte fea. Menos la muerte, todo lo anterior es evitable. Se puede hacer dándole la vuelta a cada menuda pieza. Poco a poco, día a día. No es tarea de un momento, sino de la vida entera. Esto –aparte de otros asuntos más halagüeños que se olvidan– es vivir, precisamente. 



3 comentarios:

  1. Un texto demasiado importante, cuando las personas dejan de ser ellas mismas...no se sabe nada.

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  2. Escribe Usted con mucho sentido común, Señor Rey, le felicito y sobre todo por la ironía, ahí es donde radica la inteligencia.

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  3. Gracias por llamarme inteligente. Mi madre piensa igual que usted.

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