HUMOR ENTRE CASCOTES (ENIGMA)
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-Mucho me temo –dijo el prelado- que se nos ha traído aquí con algún propósito non sancto.
-¿Usted cree, padre? –preguntó la dama.
-Esta sala, estos brocados, esos lienzos paganos que vimos a la entrada… me inducen a pensar que aquí tiene su sede el hedonismo.
-¡Padre! –se escandaliza ella.
-Y en su vertiente más dañina, según veo.
-¿Está usted seguro?
-Seguro, no. Siempre hay que considerar la duda, aun en un caso evidente como éste.
-Deberíamos irnos.
-Y además, ¿no ha notado usted ese perfume desde que entramos?
-Sí, ahora que lo dice…
-¿Y qué sabe usted de los habitantes de esta casa?
-Le confieso que muy poco, padre. Sólo, que han venido recientemente del extranjero.
-¡Del extranjero…!
-… Y que tanto él como ella proceden de familias acaudaladas.
-¿Recibió usted la invitación por medio de un sirviente?
-Una doncella…
-Y expresaron el deseo de que yo asistiera al chocolate…
-Sí, padre. Empiezo a ver que hice mal…
-¡No, no! En todo caso yo, que estoy obligado por mi calidad sacerdotal. Espero –se inflamó- que respeten mi sotana.
-¿Y si nos fuéramos? Me he fijado en el camino…
-¡Este ministro del Señor no huye jamás! –blandió los puños-. Pero he debido venir solo. He cometido un error imperdonable al someterla a usted a estos rigores. Le diré lo siguiente: cuando se abra esa puerta y pasemos con nuestro anfitrión, le aseguro que no voy a permitir la menor befa. ¡Si es preciso, armaré un escándalo!
-Sí, padre.
-Usted secúndeme y no abra la boca.
Todo queda dicho, genial.
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