martes, 1 de diciembre de 2015

"BILAL (EL SIRVIENTE DE MAHOMA)", H.A.L. Craig

RESEÑA NOVELA

Bilal (El sirviente de Mahoma), H. A. L. Craig (1921–1978) - Entre los habitantes de La Meca y las caravanas que vienen a la ciudad a comerciar -gentes, por lo general, politeístas-, se comienza a oír la prédica en la creencia en un solo Dios, ligada al anuncio de que todos los hombres son iguales. Lo proclama un tal Mahoma, de la tribu de Coraix, cuyo mensaje es acogido al principio con desvío. En este marco, Bilal se niega a azotar a otro esclavo como él por orden de su amo. La vida de Bilal va a dar un giro extraordinario. Torturado y casi muerto, es comprado por Abu Bakr, amigo íntimo del Profeta, obteniendo así la libertad. Muchos años después, ya viejo, Bilal nos contará la historia de Mahoma, quien, tras el desdén y hostilidad iniciales, ve cómo sus enseñanzas encuentran eco en la ciudad de Medina, para irse extendiendo a continuación con rapidez, principalmente a través de la plegaria y el ejemplo. La novela viene a ser un tratado sobre la religión y el amor, cuasi sinónimos o sendas caras de una misma moneda, cautivándonos por la dulzura, armonía y sencillez de su lenguaje. También, es la historia de una amistad imbuida de veneración: la de Bilal hacia Mahoma. El cual, por su parte, distinguió siempre con el mayor afecto al antiguo esclavo, que llegó a convertirse en el primer almuédano -el que convoca a la oración- de la historia del Islam. El libro nos ofrece una versión quizá edulcorada de este credo, pero sirve para conocer, epidérmicamente al menos, lo que supuso en sus inicios y que en la actualidad se manifiesta en versiones contrapuestas, alguna muy extrema, como sabemos. Por último, unas palabras puestas por el autor en boca de Bilal: “Si un musulmán obliga a alguien a convertirse no corre el riesgo de acabar en el infierno. No. Tiene la certeza de que acabará en él, pues la advertencia de Dios está muy clara: La religión no puede ser obligatoria”.



2 comentarios:

  1. Magníficas palabras de Bilal.

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    1. Bilal (según este autor) tenía más razón que un santo. Quizá lo fuera. Nos gustaría a tantos...

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