HUMOR ENTRE CASCOTES (ENIGMA)
"y dijeron: Vamos a edificarnos una ciudad y una torre, cuya cúspide toque a los cielos y
nos haga famosos, por si tenemos que dividirnos por la haz de la tierra."
(Génesis 11,4)
El hexagrama número 20 del milenario Libro de las Mutaciones chino, “La Contemplación” (“La Vista”), evoca la imagen de una Torre. Parte del texto correspondiente al signo, reza lo siguiente: El viento planea sobre la tierra; la imagen de la Contemplación. Así los antiguos reyes visitaban las regiones del mundo, contemplaban al pueblo y brindaban enseñanza.
La torre se eleva solitaria sobre el peñasco. A menudo, la niebla la envuelve en su misterioso abrazo y sólo se divisan nubes. Pero su oculta mole permanece, rezumando de humedad sus muros y empapándose de inmortal conciencia. De noche, la luna la sumerge en plata y se muestra altiva como una diosa antigua. No la conmueve el viento ni el granizo y la nieve la viste con su manto. Relampaguea con furia su cabellera en las tormentas. Lágrimas se deslizan por sus flancos. La visitan pájaros, que gustan de anidar en sus heridas. Debajo, hundidos profundamente en tierra, discurren olvidados pasadizos donde espíritus custodian un tesoro. La torre ha visto sucederse a sus pies generaciones. Espió cortejos a la orilla de los arroyos. Supo de amor y de tristeza. Se enteró de secretos y profecías acudieron a sus labios, que esparció en la brisa. Presenció guerras, escuchó el ruido de las armas y el relincho de los caballos lacerados en el vientre. Llegó a sus almenas el gemido de las viudas y el llanto de los niños estrellándose contra la roca. A la luz de las hogueras, los guerreros se repartieron el botín. ¡Tantas veces contempló la torre incendiarse los sembrados...! Inunda el prado de invisibles sierpes y se suma a la alegría en los festejos. Son sus parientes las pirámides y la oriental muralla. Se mira con regocijo en las estrellas, que adornan su yedra en el verano de luciérnagas. Sabe de la existencia de lagos subterráneos, donde ninfas y hadas se pasean en sus góndolas y murciélagos escriben su garabato sobre el agua. Se estremece y tiembla con la tierra, para terminar acunándola en su sueño. Conoce los arcanos de la espera. Es símbolo de la soberbia y el desastre; también de la soledad y la virtud. Y apurando más, de la esperanza. Se eleva, solitaria y audaz, sobre el peñasco.
El hexagrama número 20 del milenario Libro de las Mutaciones chino, “La Contemplación” (“La Vista”), evoca la imagen de una Torre. Parte del texto correspondiente al signo, reza lo siguiente: El viento planea sobre la tierra; la imagen de la Contemplación. Así los antiguos reyes visitaban las regiones del mundo, contemplaban al pueblo y brindaban enseñanza.
La torre se eleva solitaria sobre el peñasco. A menudo, la niebla la envuelve en su misterioso abrazo y sólo se divisan nubes. Pero su oculta mole permanece, rezumando de humedad sus muros y empapándose de inmortal conciencia. De noche, la luna la sumerge en plata y se muestra altiva como una diosa antigua. No la conmueve el viento ni el granizo y la nieve la viste con su manto. Relampaguea con furia su cabellera en las tormentas. Lágrimas se deslizan por sus flancos. La visitan pájaros, que gustan de anidar en sus heridas. Debajo, hundidos profundamente en tierra, discurren olvidados pasadizos donde espíritus custodian un tesoro. La torre ha visto sucederse a sus pies generaciones. Espió cortejos a la orilla de los arroyos. Supo de amor y de tristeza. Se enteró de secretos y profecías acudieron a sus labios, que esparció en la brisa. Presenció guerras, escuchó el ruido de las armas y el relincho de los caballos lacerados en el vientre. Llegó a sus almenas el gemido de las viudas y el llanto de los niños estrellándose contra la roca. A la luz de las hogueras, los guerreros se repartieron el botín. ¡Tantas veces contempló la torre incendiarse los sembrados...! Inunda el prado de invisibles sierpes y se suma a la alegría en los festejos. Son sus parientes las pirámides y la oriental muralla. Se mira con regocijo en las estrellas, que adornan su yedra en el verano de luciérnagas. Sabe de la existencia de lagos subterráneos, donde ninfas y hadas se pasean en sus góndolas y murciélagos escriben su garabato sobre el agua. Se estremece y tiembla con la tierra, para terminar acunándola en su sueño. Conoce los arcanos de la espera. Es símbolo de la soberbia y el desastre; también de la soledad y la virtud. Y apurando más, de la esperanza. Se eleva, solitaria y audaz, sobre el peñasco.
Magnífico cuento, ¿ pero nos preguntamos siempre dónde está la ficción y dónde la realidad o se entremezclan?. Muy inteligente su artículo, ya quisieran muchos artículos de esos serios ser tan inteligente, nada más que dicen paparruchas.
ResponderEliminarAgradecido por el comentario. Yo también me preguno dónde están la realidad y la ficción. Con toda sinceridad, muchas veces no las diferencio.
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