jueves, 16 de octubre de 2014

LO OPACO

DIMES Y DIRETES

Por circunstancias de la vida, el calificativo de ‘opaco’ ha venido utilizándose en las últimas semanas en su acepción peyorativa. Esas tarjetas color de chapapote que se han hecho repentinamente tan famosas han venido a colmar la paciencia de este pueblo boyuno y entrañable que es España. La inmoralidad de unos pedazos de plástico tan absolutamente selectivos ha devenido en símbolo –así lo ve la mayoría– de la gravísima enfermedad padecida por la nación durante décadas, enfermedad que, durante este mismo periodo, por razones también de interesada miopía, ha sido perfectamente asintomática. Salimos del franquismo –con perdón–, a pesar de los numerosos problemas que había entonces, en excelentes condiciones para afrontar eso que llamamos el futuro, como se encargó de señalar, poco antes de su óbito –nuevamente con perdón–, el propio Franco. Los incapaces y sinvergüenzas que nos han venido gobernando desde entonces, con las honrosas excepciones que se quiera, colándose por las menores rendijas donde había algo que rascar, han conducido al país a la catástrofe. Catástrofe que abarca todos los ámbitos que a usted, sano lector, se le puedan ocurrir y los que ni siquiera se atreve a imaginar. Sin hablar de otros sectores –verbigracia el terrorismo, que duró sospechosamente demasiado y todavía colea–, nos preguntamos por ejemplo, al fin y al cabo es la materia de este blog, que pasó con la cultura. Con el teatro, donde, en el dilatado lapso a que nos referimos, no ha emergido una sola figura comparable a las de antaño –Buero Vallejo, Mihura– y sí muchos histriones que exhiben sus monerías, muchas veces procaces, sobre las tablas. Con el cine, que se nos llenó de sucia porquería, comparado con el cual aquello que se denominó ‘landismo’ se sitúa artísticamente por las nubes. Qué pasó con la novela, que se plagó de repente de bastardos de la pluma, aquellos que Francisco Umbral llamaba ‘angloaburridos’ y que coparon periódicos, universidades, academias, para desde allí lanzar sus engoladas consignas y llenarse de paso, cómo no, los bolsillos. Recuperada la libertad aquellos años, la volvimos a perder casi al instante. Ahora intentan nuevamente encajar las piezas, salvar lo que se pueda, soltando algo de lastre, como este de las tarjetas y otros que entretienen los debates. Pero mucho nos tememos que, como decía el poeta, vuelvan las oscuras golondrinas, que no serán las golondrinas que nos alegran y, a la vez, entristecen el verano, sino los mismos buitres que ensayarán de nuevo el truco del trilero, convenciéndonos de que la bolita de la esperanza está, ahora sí, de verdad, te lo prometo, justamente debajo del cubilete que te indican. 

1 comentario:

  1. Prefiero los edificios transparentes de muchas cristaleras y pase los rayitos de sol.

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