HUMOR ENTRE CASCOTES (CAPRICHO)
El príncipe Pu, de la región de Mu, regada por el río Tsi y sus cuatro tributarios, Tsu-Tso, Tso-Tse, Tse-Tsi, Tsa-Tsi, se enemistó con su rico vecino
Po, de cuyas tierras le separaban los montes Tsien. Pu entregó a Pieng la
jefatura de su ejército, formado por cinco divisiones al mando de Piang, Chieng,
Pung, Ping y Pong.
Pu y Pieng estaban seguros de zurrarle la badana a Po y de paso incautarle sus arrozales, que el arroz que Po no se comía lo vendía, quedándole una pasta que invertía en gominolas, de las que era muy vicioso.
A todo esto, había una princesa muy graciosa y pizpireta (concesión a las lectoras, para que no digan que en las historias de guerra no hay amor), la bellísima Chien-Tsu, a la que pretendían Chieng y Pung, si bien ella, como suele pasar, estaba enamorada de un macarra conocido como Mo-To, a quien le gustaba bañarse en el río Tsi y también en el Tso-Tse, que le pillaba más cerca de su casa, exhibiendo como al desgaire sus pectorales tatuados con obscenidades y escenas de la vida de familia.
A Mo-To le reclutaron en la campaña contra Po, no quedándole más remedio que servir a Pu si no quería que lo empalaran, y Chien-Tsu le despidió llorando. Chieng y Pung, en el fondo unos ilusos, pensaron que la princesa vertía sus lágrimas por ellos y se llenaron de un espíritu marcial que no le auguraba nada bueno a Po, el de los arrozales.
Después de atravesar los afluentes Tso-Tse y Tsa-Tsi por los puentes respectivos Tsuo-Tsua y Tsua-Tsia, y rebasados los montes Tsien, se encontraron en el territorio de Po. Éste, desprevenido, reunió rápidamente sus huestes, confiando la dirección de las operaciones a Chang, rápidamente levantado de la cama, pues había trasnochado.
Ambos ejércitos se enfrentaron en la llanura de Tsuau-Po. Pieng dispuso en herradura sus cinco divisiones, mientras Chang, todavía aturdido por los deleites nocturnos, colocó las tropas a lo barullo, a pesar de lo cual y contradiciendo la doctrina militar vigente ganó la guerra.
Pu y su ejército, perseguidos por las huestes de Chang, que decían que les iban a dar mucho por el culo, retrocedieron a toda mecha a su país. Pieng, que debía decapitarse por no haber sabido conducir a sus hombres a la victoria, lo iba dejando, al igual que sus lugartenientes Chieng y Pong. No así Ping, Pung y Piang, que presentaron su propia testa a Pu en una bandeja, justo antes de volver a cruzar los montes Tsien.
Fue tontería, ya que privado el ejército de Pu de sus cabezas rectoras, y nunca mejor dicho, fue terminado de destrozar y sólo se salvaron Mo-To, Chieng y Pong.
Pong no aspiraba a la mano de Chien-Tsu, como Chieng y como Mo-To, pero de repente le entraron también ganas y entabló el trío un duelo a muerte, que tuvo como escenario la comarca en forma de cuña situada entre el Tse-Tsi, el Tso-Tse y el Tsu-Tso.
No venció ninguno, sino que se llevó a los tres por delante Chang, que invadió Mu, habiendo antes destronado a su propio emperador Po, quedándose con ambos reinos, con Chien-Tsu y con todo lo que pudo rebañar, y fundando una dinastía floreciente, de la que unos dicen que protegió las artes y las letras y otros, lo contrario, que no sabes muy bien qué pudo ser peor.
Pu y Pieng estaban seguros de zurrarle la badana a Po y de paso incautarle sus arrozales, que el arroz que Po no se comía lo vendía, quedándole una pasta que invertía en gominolas, de las que era muy vicioso.
A todo esto, había una princesa muy graciosa y pizpireta (concesión a las lectoras, para que no digan que en las historias de guerra no hay amor), la bellísima Chien-Tsu, a la que pretendían Chieng y Pung, si bien ella, como suele pasar, estaba enamorada de un macarra conocido como Mo-To, a quien le gustaba bañarse en el río Tsi y también en el Tso-Tse, que le pillaba más cerca de su casa, exhibiendo como al desgaire sus pectorales tatuados con obscenidades y escenas de la vida de familia.
A Mo-To le reclutaron en la campaña contra Po, no quedándole más remedio que servir a Pu si no quería que lo empalaran, y Chien-Tsu le despidió llorando. Chieng y Pung, en el fondo unos ilusos, pensaron que la princesa vertía sus lágrimas por ellos y se llenaron de un espíritu marcial que no le auguraba nada bueno a Po, el de los arrozales.
Después de atravesar los afluentes Tso-Tse y Tsa-Tsi por los puentes respectivos Tsuo-Tsua y Tsua-Tsia, y rebasados los montes Tsien, se encontraron en el territorio de Po. Éste, desprevenido, reunió rápidamente sus huestes, confiando la dirección de las operaciones a Chang, rápidamente levantado de la cama, pues había trasnochado.
Ambos ejércitos se enfrentaron en la llanura de Tsuau-Po. Pieng dispuso en herradura sus cinco divisiones, mientras Chang, todavía aturdido por los deleites nocturnos, colocó las tropas a lo barullo, a pesar de lo cual y contradiciendo la doctrina militar vigente ganó la guerra.
Pu y su ejército, perseguidos por las huestes de Chang, que decían que les iban a dar mucho por el culo, retrocedieron a toda mecha a su país. Pieng, que debía decapitarse por no haber sabido conducir a sus hombres a la victoria, lo iba dejando, al igual que sus lugartenientes Chieng y Pong. No así Ping, Pung y Piang, que presentaron su propia testa a Pu en una bandeja, justo antes de volver a cruzar los montes Tsien.
Fue tontería, ya que privado el ejército de Pu de sus cabezas rectoras, y nunca mejor dicho, fue terminado de destrozar y sólo se salvaron Mo-To, Chieng y Pong.
Pong no aspiraba a la mano de Chien-Tsu, como Chieng y como Mo-To, pero de repente le entraron también ganas y entabló el trío un duelo a muerte, que tuvo como escenario la comarca en forma de cuña situada entre el Tse-Tsi, el Tso-Tse y el Tsu-Tso.
No venció ninguno, sino que se llevó a los tres por delante Chang, que invadió Mu, habiendo antes destronado a su propio emperador Po, quedándose con ambos reinos, con Chien-Tsu y con todo lo que pudo rebañar, y fundando una dinastía floreciente, de la que unos dicen que protegió las artes y las letras y otros, lo contrario, que no sabes muy bien qué pudo ser peor.
Historia muy entretenida con un final muy práctico, como la vida misma. Gracias por el reconocimiento a las lectoras ( respetando a los lectores). ¿ Quién sabe la creación de dinastías y linajes...?, por herencia, por luchas, por ...quedémonos mejor con no preguntar, seremos más felices.
ResponderEliminarSaludos Cordiales. Teresa.
Las novelas chinas se hacen, a veces, duras de leer, por eso de los nombres propios, no tan fáciles de distinguir por nuestros oídos occidentales. Pero merecen la pena. Un saludo y gracias por su comentario.
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