HUMOR ENTRE CASCOTES (ENIGMA)
Hinojosa se sentía triste esa mañana. Cuando entró en el café donde solía desayunar, los camareros cuchichearon:
-Hinojosa parece triste esta mañana.
De camino al trabajo, se paró en un cruce. Un guardia detuvo el tráfico y le invitó a atravesar la calzada con un gesto que tenía algo de conmiserativo y de solemne. “Este hombre parece triste”, reflexionó, “seguramente se trata de Hinojosa”.
Hasta la hora de comer, desempeñó sus funciones sin ese prurito que provocaba un brillo especial en la mirada de su jefe y que se hacía más intenso cuando obsequiaba a los empleados un puro en navidades. Por la tarde, se equivocó en un expediente y consumió media hora extra rectificándolo.
Al pasar por el café de la plaza dando su habitual rodeo, le reclamaron unos amigos. Participó en la conversación, pero al irse comentaron:
-Parecía triste.
Recogió unos libros que tenía encargados y se tropezó con un entierro. Se descubrió hasta que pasó de largo. Un niño tocó una trompeta.
Pensó absurdamente que se podía haber declarado un incendio en su domicilio, pero lo divisó intacto. Recordó a su padre muerto y evocó su mano descarnada sobre las sábanas del lecho.
Se enfrascó en los libros hasta que creyó tener sueño. En el duermevela conversaba con el arcipreste, mientras la loca de su hermana baja desgreñada la escalera. Soñó que abría una ventana y una mujer misteriosa le sonreía. Toda la noche le pareció oír pasos en la casa.
Un portazo le despertó al amanecer. Volvió a dormirse.
Por la mañana, se sentía más ligero. Desayunó en el café e hizo un comentario sobre el tiempo mientras le servían.
-Ayer, Hinojosa estaba triste –dijeron entre sí los camareros.
Llegó al trabajo con unos minutos de adelanto. Se sentó en su mesa y abrió un cartapacio en el mismo momento en que su jefe entraba por la puerta.
¡Maravilloso!
ResponderEliminarGracias. Un abrazo.
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