jueves, 14 de abril de 2016

LEER O NO LEER (THAT IS THE QUESTION)


Leo en no sé qué periódico que el libro desaparecerá pronto. Sin entrar en el cuerpo de la noticia, que será una bobada, como todo, gloso el titular. (‘Gloso’ viene del verbo glosar, que significa comentar algo, preferiblemente un texto, con un mínimo de profundidad e interés, para buscar el sentido primordial y no tan aparente de lo expresado. Ya sabes: yo gloso, tú glosas, él glosa… Pero me parece que esto aburre.)

En la vida de no pocos, el libro, ya no es que vaya a desaparecer, sino que ni siquiera ha entrado. Hace no tanto, el libro comenzó a llamar a las puertas de los que le tenían un terror supersticioso. Entonces, llegó aquello que se llamó la nueva narrativa española lo pongo con minúscula, y ya es y provocó la siguiente reflexión entre los lectores potenciales: si leer es esto, mejor me quedo como estaba, al menos seguiré siendo persona. Aplauso.

Ahora, con eso que llaman las nuevas tecnologías, porque lo son quiere decirse que antes no estaban, las personas, principalmente los jóvenes, se retiran masivamente de la letra impresa, incluso en los cacharros de los cuales todos tenemos uno en casa, por no hablar de dos o tres.

A enemigo que huye, puente de plata, reza la sabiduría castellana. Y no es que consideremos enemigos a los que desertan de leer. Los verdaderos enemigos son aquellos que se han atrevido a ensuciar con sus groseras manos los sublimes paños del refulgente altar del templo otrora impoluto de la literatura. (Esta última frase, una de dos: es buena de cojones o una mierda. Yo creo que la dos, tú qué opinas.)

En mi casa, por otro nombre hogar, el libro no va a desaparecer, sino que cada día (sic) se engrosa su número como aquel que echa unas lorzas en torno a su cintura. Y no llevan trazas de desaparecer, sino que, y esto es una sospecha que no puedo probar, me da toda la impresión de que, como el caballo ese de Troya, albergo el enemigo en casa, el cual efectúa misteriosas y secretas llamadas a los que aguardan afuera el momento y la ocasión de expugnar el castillo. Hay un espía dentro, y todo apunta que podría ser yo.

¿Desaparecer el libro? Ojalá, en el caso apuntado de la novela putrefacta. Pero en otros lares, va a ser que no, para gozo y alegría, ya no del lector, que sí, sino del polvo que se acumula en los volúmenes, que poca cosa como la sabiduría lo atrae tanto.

2 comentarios:

  1. Ni de coña,el libro no puede desaparecer por mucha tecnología que exista porque que a unos no les guste no significa que ya tengan que desaparecer para todos,para gusto los colores y a mis libros que ni los toquen jajaja Besitos.

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